jueves, 9 de abril de 2009

EL VATICANO, "EL AMOR A LA VIDA", Y EL ABORTO

EL VATICANO, “EL AMOR A LA VIDA”, Y EL ABORTO
José R. Delfín

Cada día que pasa la humanidad no adormilada por los efectos de “la catolicina” ve con mayor claridad “el gran amor” que hacia el género humano siente esa gran multinacional conocida como El EstadoVaticano, cuyas instalaciones centrales tiene una extensión de 0,439km2, con un número de “habitantes-trabajadores” que se aproximan a los 900, pues llama poderosamente la atención de cualquier observador, que un Estado de esas dimensiones y ese número de habitantes cuente con tres instituciones financieras de gran calado: El Ministerio de Economía, el Patrimonio Apostólico de la Santa Sede, que es el que hace las veces de banco central vaticano, y el Instituto para las Obras de Religión, más conocido por las siglas IOR. Este último es el único que, al contrario de los mencionados con anterioridad, ni siquiera se nombra cuando, cada cierto tiempo, la Santa Sede hace público el estado de sus finanzas.
Según nos dice Paul L. Williams en “Everything You Know Wrong: The Disinformation Guide to Secrets and lies”, y también así lo cuenta Santiago Camacho en su “Biografía no autorizada del Vaticano”, curiosamente, cuando los informes financieros del Vaticano declara déficit, el IOR cuenta con unos activos que se cuantifican en miles de millones de dólares. (Pregunto: ¿Se emplea dicha cantidad, o al menos parte de ella, para salvar la vida de esos aproximados 963 millones de seres humanos que mueren de hambre en el mundo?)
Habida cuenta que la empresa no puede mantenerse de la actividad productiva existente en su propio territorio, ya que en la misma se limita a la venta de recuerdos para los turistas, sellos y libros que adquieren sus admiradores o visitantes curiosos, se las ingeniaron para, tras diversos acuerdos con aquellos países a los que con anterioridad habían logrado “vender” unas “parcelas” de dudosa realidad, sitas en un lugar también dudoso -por lo desconocido- y al cual le pusieron de nombre “La Gloria”, instalaron sus sucursales. En esos acuerdos, al que llaman Concordatos, se recogen la financiación de las instalaciones y el pago de los salarios de todos los que trabajan para ella. Como contrapartida, les ofrecen una liturgia muy vistosa para todos los visitantes de sus locales y, a cambio estos, una vez convencidos de lo bueno que es lo ofertado, -con anterioridad se había intoxicado con todo lo prohibido por una supuesta ley de Dios y cuya pena es, al contrario de esa “gloria”, un “infierno” de eterno martirio- donan dinero en efectivo, joyas, bienes inmuebles o cualquier otra cosa de valor. Todo es bien recibido. Obviamente, esos beneficios pasan a ser propiedad de “la casa central”. (Nunca se verá un negocio que comenzando con una inversión tan pequeña -una mula y un buey- haya generado tan excelentes beneficios.)
“La empresa”, en su casi perfecta trama financiera-empresarial-contable, según Anthony Burguess, extendió su vinculación, entre otras, con las siguientes: Istituto de Crédito Fodiciario (Banco), Assicurazioni Generalli (la compañía de seguros más importante de Italia), la Società Italiana pe le Strade Ferrate Meridionale, el Istituto Romano di Beni Stabilia (una compañía inmobiliaria), la Società Eleptrica ed Electrochimica Della Caffaro (electricidad e industria química), la Società per l’Industria Premolifera (petroquimica), la Siocietà mineraria e Metallurgica di Pertusola (minas), la Società Adriatica di Eleptricità (suministro eléctrico) y Cartiere Burgo (Una importante industria papelera). Es de suponer de tan “benéfica empresa” que los beneficios se dedicarían a salvar vidas humanas.
El mismo autor también afirma en su libro Earthly Powers, Carroll & Graf Publishers, editado en el año 1.994 en la ciudad de Nueva York, que cuando Italia invadió Etiopía (1.935), las empresas financiadas por el Vaticano (Reggiane, Compagnia Nazionale Aeronautica y Breda) se convirtieron en los principales proveedores de armas y municiones del ejército italiano. Tal vez las armas y las municiones eran para salvar vidas humanas.
No utilizar el preservativo en África, ¿no es una forma de atentar contra la vida humana? (Lo mismo es que el Vaticano no tiene ninguna relación comercial con fabricantes de condones). Los profilácticos previenen en un 97% de los casos los contagios de enfermedades que se trasmiten por vía sexual ¿Acaso la Conferencia Episcopal española desconoce estas circunstancias? Lo dudo mucho.
Todo el alboroto que mentada Conferencia Episcopal forma, ¿no será debido a que España ha pasado de ser “la reserva espiritual de Europa al referente de libertades para los países de habla hispana? Posiblemente.
Lo más sospechoso de esta gran algarabía es que siempre se producen la movilizaciones por parte de la Iglesia Católica cuando el gobierno de España es de carácter progresista, pues no debemos recordar que la Ley del Aborto no es nada nuevo.
Pero lo que resulta más irritante es que todos sabemos –católicos, como yo mismo, y feligreses de otras religiones- que la utilización de esta Ley es un derecho, no un deber. Por tanto, abortará quien quiera hacerlo. Nunca es algo que se pueda imponer.
¿Y que dirá la Conferencia Episcopal española sobre lo que sin duda ha sido el fracaso de la estrategia de los lazos en Semana Santa? Pues seguramente que la mayoría de los cofrades no han querido “romper el simbolismo del habito”. Tal vez esto les sirva para que, de una vez, se den cuenta que en la España actual, salvo muy contadas excepciones, en la religión importa más lo folklórico que lo dogmático.
Parafraseando a Santiago Camacho en la introducción a su libro “Biografía no autorizada del Vaticano”, creo que nadie debe sentirse ofendido, y mucho menos atacado en sus creencias, pues el objetivo de este artículo es algo completamente alejado de lo espiritual. Es posible que estas palabras no sirvan para aplacar a los detractores, ya que los fanáticos se sentirán agraviados por lo que tan solo es una exposición de realidades fruto del estudio de parte de la extensa bibliografía que sobre El Vaticano existe. En cualquier caso, yo también les recuerdo lo que San Pablo escribió a los Gálatas (1ª Gálatas 4; 16): “¡Y ahora resulta que por decirles la verdad me he vuelto su enemigo!”

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