jueves, 9 de abril de 2009

EL MITO DE LA PIEDRA FILOSOFAL

EL MITO DE LA PIEDRA FILOSOFAL?

José R. Delfín

Si hay algo que ha perdurado en el tiempo, de una u otra manera, es el intento de convertir o transformar algunos materiales pesados - el plomo o el hierro, por ejemplo-, en oro, aunque Zosimus, que fue un alquimista que vivió 300 años después de que se iniciara la era Cristiana, cambió el sentido de esa búsqueda y, en cierto modo, creó un nuevo concepto de la piedra filosofal, al interpretar que esa denominación no era más que una metáfora que indicaba que existe una manera de que el ser humano alcance un estado de conciencia perfecto, donde el hombre como tal puede suprimir para siempre cualquier forma de error, de mal.
Pero por lo visto hay muchas personas que hasta sin leer aquello que le dio por escribir a Goethe y que dice: “Sea lo que fuere lo que tu puedes hacer, o crees que puedes, empieza ya. La osadía conlleva cierto genio, poderío y magia”, les pareció que sería más fácil “transformar” en oro algunos materiales que intentar encontrar la perfección pues, además de no saber si la podrían encontrar, siempre les quedaba la duda de que si una vez encontrada les serviría para llevar una vida repleta de las comodidades que la tecnología actual ofrece.
Hemos de tener en cuenta que, desgraciadamente, hay seres que parecen no saber, o al menos no lo tienen muy claro, lo que significa “un estado de conciencia ”, ni acercarse a la perfección y como la carencia de magia y de genio (léase ingenio) es patente en ellos, optaron por la osadía y alcanzaron un cierto poderío logrando una financiación ajena, bien a través de una entidad financiera o bien a través de algún amigo o familiar que disponía de algunos ahorros.
¿Pero que hicieron con ese cierto poderío que habían alcanzado al conseguir el dinero? La cosa pudo se más o menos así: Pusieron en juego aquello otro que tenían, la osadía, y con ella por delante se fueron a casa de un pariente, más o menos cercano, o de algún conocido -casi todos podrían haber empezado así- y les propusieron:
.- Fulanito, ese huerto que tu tienes no te está dando ningún beneficio. Yo te propongo una manera de que te rinda mucho más y, lo que es más importante, ¡sin tener que trabajarlo!.
“Fulanito”, al principio de la oferta desconfió un poco y, claro está, lo primero que le dijo es aquello de: Pero hombre, si yo no se hacer otra cosa y, aunque sea poco, con las cuatro lechugas y las cuatro patatas que nos da el huerto “yo y la María” tenemos para ir tirando... Y, por si las moscas, añadió: Como nunca hemos podido ahorrar ningunas perrillas...
.- Tu no te preocupes, que no vas a poner ni una perra. Como el huerto es bastante grandecito te quedas con una parte de él, para que te entretengas y con el resto hacemos una casa nos queda un piso o dos para cada uno y vendemos los otros.
.- Y “el Fulanito” volvió con aquello de: Pero si yo no tengo ni una perra...
.- Nada -le dijo el de la osadía- las perras las pongo yo y, para que no tengas ningún miedo de que pueda pasar algo raro y te quedes sin el huerto, todo lo hacemos ante un Notario.
La palabra Notario ya le daba a la oferta un aire de seriedad y legalidad que hacía que las dudas se fueran alejando y, efectivamente, “el Fulanito” accedió.
Y así actualizó el viejo concepto de la Piedra Filosofal: Compró materiales “pesados” (Ladrillos, arena y cemento) y tras el proceso propio de la construcción dichos materiales pesados se fueron convirtiendo en oro, toda vez que al vender lo construido multiplicó por mucho lo pagado por los ladrillos, la arena y el cemento.
Claro que para unos era más oro que para otros, pues los había que al socio que
había puesto el solar le desquitaba lo que el de la osadía había “invertido” para la construcción.
¡Han encontrado la Piedra Filosofal! ¡¡Han convertido los ladrillos, la arena y el cemento en oro!!
Y que quede claro: Lo de Zosimus con su estado de conciencia perfecto y cualquier otra cosa que no sea ganar dinero importa poco.

Esto parece un cuento... y en cierto modo...¿ lo es?

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