jueves, 9 de abril de 2009

¿DONDE ESTÁ MI DIOS?

¿DONDE ESTÁ MI DIOS?
José R. Delfin


¿Que es lo que está pasando para que los representantes de la iglesia Católica actúen como vulgares reventadores de las leyes aprobadas por un gobierno legalmente constituido y que, por cierto, en nada contradice a lo escrito en los llamados Libros Santos? ¿Cual es la razón de que aquellos que dicen ser los representantes de Dios en la Tierra se olviden de lo que está escrito en el libro que, según ellos mismos, está inspirado por Él y que dice en unos de sus versículos: “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, para que de forma torticera interfieran en asuntos que nada tiene que ver con lo espiritual, y si con sacar unos beneficios económicos y de poder? Ahora se desgañitan en una supuesta defensa de la vida humana. ¿Pero por qué no gritaban cuando las tropas franquistas asesinaban cruelmente a padres, madres, hijos y nietos, por el simple hecho de no compartir la rebelión contra un gobierno que había sido elegido por el pueblo? ¡Que desverguenza! ¡Qué pandilla de inmorales!
¿Por que el pastoreo de las ovejas de Dios; el procurar constantemente que todas estuvieran unidas y cuidar que ninguna de ellas sufriera el mínimo daño, lo han convertido en proclamas y libelos que fomentan la separación y el odio entre las supuestas ovejas? ¿Será que por ser España un referente para los países de habla hispana se muestran inflexibles ante lo que unos pocos creen que son una desviación de los valores esenciales para la iglesia católica, sin reconocer ante estos países que un sistema de gobierno laico debe estar al margen de cualquier tipo de moral religiosa y así “preparar” a los habitantes de algunos países subdesarrollados? No veo que se parezca en nada la forma de actuar de estos supuestos pastores con lo que según el Evangelio de San Juan 10: 11 dijo Jesús: “Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas” O aquello otro que dice en el mismo capítulo, versículo 16: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer…”
Muchos españoles habíamos pensado que aquella iglesia partidista y colaboradora de la pasada dictadura –capaz hasta de llevar bajo palio al dictador- había sido fruto de una época. De una etapa en la que la cultura brillaba por su ausencia y que, por tanto, en este tiempo en el que vivimos sería más fácil que cada persona tomara la senda o el camino, espiritual o político, que su criterio o su libertad le inspirara. Pero parece que no es así; que hay quienes no quieren perder la parte de poder, social y económico, del que habían hecho gala en el pasado.
Ante todas estas cosas que están ocurriendo en España y cuyos principales protagonistas son los que asimismo se llaman Ministros de Dios, no hago más que preguntarme que dónde está el Dios en el que yo creía, pues el Dios en el que yo creí en mi niñez es un Dios de paz, de bondad, de alegría, de amor, de justicia, de solidaridad. Un Dios de entendimiento y de esperanza. Pero, por lo que estamos viendo, el Dios del que hablan estos vividores de la fe y de la esperanza es el Dios de los malhechores, de los aprovechados, de “los estrujapueblos”; un Dios insolidario, protector de las injusticias y de los malvados.
Parece mentira que en pleno siglo XXI un país libre pueda estar pagando el salario de los “empleados” de una multinacional que no hacen más que interferir en el libre albeldrío de toda una nación. Ante todo esto, yo me pregunto: ¿No va siendo hora de denunciar el tratado preconstitucional que la derecha franquista suscribió con la patronal vaticana?

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