jueves, 9 de abril de 2009

DESDRAMATIZAR

DESDRAMATIZAR
José R. Delfín


Está demostrado que cuando la vida nos somete a vaivenes que hacen que hasta las más íntimas de nuestras convicciones estén a punto de perder la firmeza que hasta entonces sentíamos es cuando hay que hacer de tripas corazón, como se suele decir, y tratar de desdramatizar el asunto que nos preocupe, para tratar de verlo con mayor lucidez, sin miedos. Pero lo malo de llevar a cabo dicho sistema es que no todas las personas con las cuales se quiere emplear dicha táctica para desbloquear la mente son capaces de entender lo que con ello se pretende. Es más, la mayor de las veces, tanto la persona o personas que necesitan y para los que se emplean el método –e incluso la mayoría de los que están a su alrededor- confunden lo que se ha dado en llamar desdramatizar con que la persona que así actúa lo hace por trivialidad, porque, según ellos, no se da cuenta de los momentos tan angustiosos por los que está pasando esa o esas personas; y ello conlleva que quien intenta prestar su ayuda de una manera menos corriente de lo normal –por no decir eso de más inteligente-, al ser mal interpretado puede ser vilipendiado y tachado de chufla o de informal ante todos los que lo quieran oír. ¡Y todo porque no han sido capaces de entender que esa es sólo una forma de actuación premeditada para lograr minimizar, aunque sea de forma momentánea, el dolor, la angustia o la presión que en esos momentos se está padeciendo!
La desdramatización es, en si misma, una de las mejores formas para ver la realidad que nos rodea. Ese sistema oculta, como si de un grueso muro se tratara, todo aquello que enturbia la visión de la mente: el dolor, la ansiedad, la ira, la inquietud el miedo; y es entonces, cuando los factores que se oponían a que la realidad fuese visionada con claridad, con la claridad diáfana con que se ven las cosas cuando no se está condicionado por nada ni por nadie, cuando la medicina hace sentir sus efectos benéficos; cuando se comienza a sacar partido de esa otra realidad que se nos estaba ocultando por la irrealidad de otros factores que, por el contrario, nos hacían sumir en un estado de depresión o de angustia del cual nada positivo podíamos obtener.
Por esa razón hay que desdramatizar; quitarle importancia a todo aquello que nos preocupe en demasía; hacer que lo concreto destaque sobre lo abstracto y que lo real se sitúe en el lugar donde siempre debió estar: en el primer plano de nuestra vida.
Esa es la razón por la que yo, aunque en algunos casos corra el riesgo de que me puedan poner la etiqueta de trivial, prefiero desdramatizar antes que verme cegado por unos sentimientos que en nada ayudaran a invertir la realidad presente. Es preferible utilizar la fórmulas de “si tiene solución soluciónalo, y si no la tiene acéptalo”, que estar inmerso en un mar de angustia que solo puede llevarte a la desesperación y, por tanto, a crear a su vez nuevos males y preocupaciones.
Desdramaticemos el presente y luchemos por un futuro que nos haga más apacibles, más tranquilos y más solidarios con los demás.
Desdramatizando seguro que seremos más felices… ¿o son cosas mías?

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